El autillo
Cristina Garrido Moraleda
-Yo creo que tanta parafernalia le toca las pelotas. Fíjate. Eso de que llegue dándoselas de inspector Don Fulano de tal… El tema le trae sin cuidado, se ve a la legua…
-Joven, ¿para qué dicen que es esta reunión de comunidad?
-No, señora Antonia, que no es de la comunidad, que nos ha convocado la policía por lo del tema del autillo.
-¿La policía? ¡¿Qué me dices?! ¿Qué “antillo”?
-El A-U-TI-LLO, señora. El pájaro ese que empezaba a cantar nada más caer la noche. El que hacía ese sonido metálico como así: pííí, pííí, pííí y lo repetía cansino hasta las claras del día…
-Niña, no insistas, que Antonia es sorda y no lo escuchó seguro. ¡Chis! A ver qué dice el del 5º A; como tiene costumbre de fisgar por la noche en la ventana, igual vio algo…
-…Lo busqué en internet, no crea. Menudo el pollo, oiga, ¡minúsculo!, un buhito la mar de entrañable. ¡Invisible! Pero cómo sonaba el puñetero. Bueno, eso lo saben todos por experiencia…
-Este tío descubre la pólvora. Así no terminamos ni para mañana. ¡Al grano, Pepe, al grano!
-Pues si a eso voy. Yo en la ventana, que me paso allí casi toda la noche porque padezco de insomnio…
-¿Qué te dije? Insomnio, ya, y cotilla, que le gusta más controlar a la hora que entra una…
-Y sobre las tres de la mañana se oyó un disparo. No un disparo de esos de las películas, no, no, ¡qué va! Era más bien de los de las escopetillas de la feria, de las de perdigones. Y sanseacabó el ruido. No se escuchó nada más nunca.
-Parece el tío radio macuto, siempre alerta.
-La verdad es que dejó de escucharse al pájaro, porque verlo, nadie lo vio. Era el rey del camuflaje. ¿Cómo? Ah, vale, nos callamos.
-¿Alguno de ustedes puede aportar alguna información más? Les recuerdo que hay una investigación abierta a instancia de Ecologistas Reunidos. Esa avecilla era de los últimos de su especie en esta zona, está protegida expresamente por la Ley General de Vida Silvestre…
-Pues para ser de los últimos, menudo coñazo daba el jodido. Como para que hubiera varios…
-Sí, pero tampoco era para matarlo, con habérselo llevado a otro sitio.
-Sí, claro, y quién es el guapo que busca al animalico y lo traslada… desde luego, Pili, tú vives en los mundos de Yupi. Y no me salgas con tu vena ecológica, que estoy hasta las narices de la marca de la rueda de tu bici en el espejo del ascensor. Mucha ecología, mucha ecología, pero no se te ocurre limpiarlo.
-¿Pero qué tiene que ver la velocidad con el tocino? ¿De qué vas, hombre? Para alguna vez que la he apoyado sin querer y haya manchado el espejo… Dios, maté un gato… Increíble. ¡Que ya me callo!
-Insisto en que alguno de ustedes debió escuchar algo más. ¿Sabían dónde anidaba el pájaro?
-Eso hubiera querido yo, ¡je!, (y unos cuantos), saber dónde leches se metía el pollo. No te digo…
-Imposible, ese bicho se mimetizaba con el entorno, señor inspector, y como encima es pequeño, menos.
-Parecía que estaba por la zona del bloque 2. Ahí hay más vegetación porque llevan sin arreglarla varios años. Ya les avisamos que traería consecuencias… Bueno, bueno, eso lo veremos en otra ocasión, vale.
-En la pescadería hubo alguien que dijo que esto iba a terminar de una vez por todas.
-Pues dilo fuerte, mujer, que se entere el inspector… si escuchaste algo…
-Yo no digo nada, que luego todo se sabe y lo escuché de refilón.
-Seguro que fue el del 4º B, el militar, niña, que ese no se anda con chiquitas… Fue él, ¿verdad?
-Que te digo que yo no sé nada, que luego pasa lo que pasa. De este asunto me da igual detrás que a las espaldas.
-El militar no pudo ser, mujer, que ve menos que un gato de yeso. No acertaría ya ni a un elefante, el pobre… Si a este pájaro, verlo, lo que se dice verlo, no lo ha visto nadie. Sólo lo hemos escuchado.
-¡Señoras, por favor!, hablen para todos. En definitiva, que sólo oyeron el disparo y se terminó…
-¡La pesadilla, señor inspector, la pesadilla se terminó por fin!
-Hace cinco o seis días también tiraron cohetes, imagino que para espantarlo.
-¿Eh? ¿Los cohetes de la otra noche no eran por el fútbol? Yo creía que nos manteníamos en primera división.
-No, no, ni mucho menos. Nos descalificaron el domingo. Los petardos no eran para celebrar nada.
-Pues vaya.
-¿Has visto lo guapetón que es el vecino nuevo del 2º C? Escuché en la farmacia que es músico.
-¡Anda ya! ¿El ciego del bloque 1? ¡Qué interesante! ¿Qué toca?
-Dicen que el piano. ¡Prodigio de cuerpo tiene el hombre, niña!
-¡Silencio, por favor! Al grano, señores. Tiraron petardos, ¿y?
-Y nada, señor inspector, el pájaro siguió a lo suyo, estuviera donde estuviera. Ni se inmutó, imaginamos. Cuando dejó de sonar el ruido de los explosivos, ¡pííí! de nuevo.
-¿Sabemos quiénes tiraron los petardos al menos?
-No, yo no vi a nadie. / Ni yo / Ni yo / Ni yo / Ni yo…
-Vale, vale, ¡está bien!, de acuerdo, nadie vio nada.
-Quitando al vecino del 5º A, el resto no somos muy de ventana…
-En definitiva, sólo un vecino escuchó el disparo y nada más. ¿Saben ustedes la magnitud de la falta que se ha cometido? No sólo se enfrentan a una multa o indemnización, también puede haber condena penal por esta clase de delito contra el medio ambiente, ¿lo entienden? El autor del disparo responderá ante la Ley, y ustedes, como vecinos pueden ser responsables subsidiarios…
-No amenace, oiga, no amenace, que lo único que nos faltaba ahora es responder encima…
-Déjese de milongas, señor inspector, será todo lo que usted diga, pero no vea el alivio, después de dos meses con este calor, las ventanas abiertas y el bicho dando la lata de esa manera… Sin dormir querría yo ver a algunos ecologistas de ésos…
-¡Muy bien dicho, Carmen!
-¡Digo, delito! Un monumento le haría yo al que haya disparado, oye, que ya tiene atino el artista. ¡Un monumento en una rotonda a ese Robin Hood!
-¡Una derrama ahora mismo! ¡Para eso no me importa pagar a mí una derrama!
-¡O lo que haga falta, Arturo!
-¡Responsables subsidiarios ni leches!
-Dejaos de tonterías…
-¡Señores, señoras, por favor, silencio! ¿Tienen idea de lo que dicen? No, no la tienen, ni se imaginan… Un monumento…, por dios…
El vecino del 2º C, bloque 1, soltó una carcajada que de todas formas se difuminó en la maraña de conversaciones que lo rodeaban y que de vez en cuando lo habían aturdido. Es lo que tiene haber desarrollado el oído a semejante nivel de eficacia. Desplegó su bastón blanco y se fue discretamente camino del ascensor con el resto de la risotada que le produjo el imaginarse como busto en pedestal o, mucho mejor, como una estatua ecuestre en mitad de la rotonda del centro comercial. Más estilo Daniel Boone, eso sí, que Robin Hood, por eso del arma utilizada y porque iría descamisado, para deleite de algunas de sus convecinas.
Este texto, de carácter plenamente dramático (dialogado), refleja la situación del guirigay de una reunión de vecinos, en la que el asistente no sabe a ciencia cierta quién habla en un momento dado. Para tratar un tema moderno, contemporáneo: el conflicto de intereses entre el bienestar del ser humano y la preservación del medio ambiente. ¡Cuántos nos sentiremos atrapados entre la concienciación ecológica y un parque (con su autillo)… y, subyacente, la necesidad de dormir cada noche! Difícil dilema. Gracias por tu relato, Cristina. Esperamos más.