Los ciegos y los inmigrantes [de Alexis Díaz-Pimienta]

Los ciegos y los inmigrantes

para Anaís Fernández

Los ciegos también tienen su color preferido.
David Mitrani

I

Los ciegos también tienen su color preferido,
su gusto por los días soleados o grisáceos.
No siempre están varados como grandes cetáceos
entre la oscuridad, la suerte y el olvido.
Los ciegos también tienen su color preferido.
Adoran las orquídeas. Odian el ocre oscuro.
Bastonean en calles de trazado inseguro,
en aceras estrechas y esquinas con sonido.
Los ciegos llevan gafas para ocultar los ojos.
Y bastones plegables, aunque no sean cojos.
Y temor a los otros. Y dolores ocultos.
Los ciegos nunca han visto al vendedor de gafas.
La sombra los protege de morales estafas.
La luz los ha salvado de insalvables insultos.

II

A las doce del día, en cualquier bocacalle
un ciego va vendiendo la luz de sus cupones
y un inmigrante pasa cargando cinturones,
flores, gafas, alfombras, llaveros al detalle.
Es natural que el ciego, cuando el hombre se halle
a un metro de su olfato afine los pregones.
La suerte numerada. La lid de los millones.
Es normal que uno grite. Es normal que otro calle.
Al vendedor de gafas le da lástima el ciego.
Y el ciego siente pena de intuir lo que él carga.
El vendedor de gafas se da cuenta del juego.
Son dos ciegos. Dos pobres. Dos sombras de alma larga.
Uno vende las gafas que el otro lleva luego
para vender la suerte que a los dos los embarga.

III

Los ciegos también tienen su color preferido
y los subsaharianos dientes blancos y hambre.
Los ciegos tienen tacto, voz, olfato y oído.
Los ojos del que emigra un oscuro calambre.
Los ciegos, inmigrantes de la luz, se despojan
de las gafas oscuras para ver quién se acerca.
Bajo sus cuencas blancas los cupones se mojan
(¿lágrimas o sudor?, ¿Internet o Atapuerca?)
Los ciegos, inmigrantes de la luz, no distinguen
la ausencia de color en la escala cromática.
En sus manos y oídos los colores se extinguen.
Las sombras y las luces son pura matemática.
Los ciegos no permiten que otras sombras los pringuen,
por eso llevan gafas de transparencia errática.

La modelo y el pintor [de Alexis Díaz-Pimienta]

La modelo y el pintor
para Ginés Bonillo

I

Un pintor ciego retrata
a una muchacha desnuda.
Duda. Pinta. Otra vez duda.
Da otra pincelada. Trata
de serle fiel. No se ata
al clásico claroscuro.
Se siente fuerte, seguro.
La modelo es la primera
vez que posa. Quinceañera.
Rostro infantil. Cuerpo duro.

II

La modelo teme ser
pasto de la eternidad.
Desnuda en la claridad
teme desaparecer.
La modelo teme ver
su cuerpo (óleo sobre tela).
Llora. Teme que le duela
la versión que haga el pintor
El llanto altera el color,
cambia el cuerpo que modela.

III

El pintor no ve, no sabe
del llanto de la modelo
Ya sobre la tela hay pelo,
ojos, cejas, gesto grave.
El pintor quizás acabe
cinco o seis horas después.
El pintor ha estado un mes
soñando con retratarla,
deseando eternizarla,
sufriendo su indesnudez.

IV

La modelo odia al pintor,
pero el pintor no, la ama.
Lienzo, ceguera, amalgama,
negrura, aguarrás, color.
Entre los dos, odio/amor.
Entre los dos, cara/cruz.
Se miran a contraluz.
Se soportan con esfuerzo.
Saben que son el anverso
y el reverso de la Luz.

El autillo [de Cristina Garrido Moraleda]

El autillo

Cristina Garrido Moraleda

-Yo creo que tanta parafernalia le toca las pelotas. Fíjate. Eso de que llegue dándoselas de inspector Don Fulano de tal… El tema le trae sin cuidado, se ve a la legua…
-Joven, ¿para qué dicen que es esta reunión de comunidad?
-No, señora Antonia, que no es de la comunidad, que nos ha convocado la policía por lo del tema del autillo.
-¿La policía? ¡¿Qué me dices?! ¿Qué “antillo”?
-El A-U-TI-LLO, señora. El pájaro ese que empezaba a cantar nada más caer la noche. El que hacía ese sonido metálico como así: pííí, pííí, pííí y lo repetía cansino hasta las claras del día…
-Niña, no insistas, que Antonia es sorda y no lo escuchó seguro. ¡Chis! A ver qué dice el del 5º A; como tiene costumbre de fisgar por la noche en la ventana, igual vio algo…
-…Lo busqué en internet, no crea. Menudo el pollo, oiga, ¡minúsculo!, un buhito la mar de entrañable. ¡Invisible! Pero cómo sonaba el puñetero. Bueno, eso lo saben todos por experiencia…
-Este tío descubre la pólvora. Así no terminamos ni para mañana. ¡Al grano, Pepe, al grano!
-Pues si a eso voy. Yo en la ventana, que me paso allí casi toda la noche porque padezco de insomnio…
-¿Qué te dije? Insomnio, ya, y cotilla, que le gusta más controlar a la hora que entra una…
-Y sobre las tres de la mañana se oyó un disparo. No un disparo de esos de las películas, no, no, ¡qué va! Era más bien de los de las escopetillas de la feria, de las de perdigones. Y sanseacabó el ruido. No se escuchó nada más nunca.
-Parece el tío radio macuto, siempre alerta.
-La verdad es que dejó de escucharse al pájaro, porque verlo, nadie lo vio. Era el rey del camuflaje. ¿Cómo? Ah, vale, nos callamos.
-¿Alguno de ustedes puede aportar alguna información más? Les recuerdo que hay una investigación abierta a instancia de Ecologistas Reunidos. Esa avecilla era de los últimos de su especie en esta zona, está protegida expresamente por la Ley General de Vida Silvestre…
-Pues para ser de los últimos, menudo coñazo daba el jodido. Como para que hubiera varios…
-Sí, pero tampoco era para matarlo, con habérselo llevado a otro sitio.
-Sí, claro, y quién es el guapo que busca al animalico y lo traslada… desde luego, Pili, tú vives en los mundos de Yupi. Y no me salgas con tu vena ecológica, que estoy hasta las narices de la marca de la rueda de tu bici en el espejo del ascensor. Mucha ecología, mucha ecología, pero no se te ocurre limpiarlo.
-¿Pero qué tiene que ver la velocidad con el tocino? ¿De qué vas, hombre? Para alguna vez que la he apoyado sin querer y haya manchado el espejo… Dios, maté un gato… Increíble. ¡Que ya me callo!
-Insisto en que alguno de ustedes debió escuchar algo más. ¿Sabían dónde anidaba el pájaro?
-Eso hubiera querido yo, ¡je!, (y unos cuantos), saber dónde leches se metía el pollo. No te digo…
-Imposible, ese bicho se mimetizaba con el entorno, señor inspector, y como encima es pequeño, menos.
-Parecía que estaba por la zona del bloque 2. Ahí hay más vegetación porque llevan sin arreglarla varios años. Ya les avisamos que traería consecuencias… Bueno, bueno, eso lo veremos en otra ocasión, vale.
-En la pescadería hubo alguien que dijo que esto iba a terminar de una vez por todas.
-Pues dilo fuerte, mujer, que se entere el inspector… si escuchaste algo…
-Yo no digo nada, que luego todo se sabe y lo escuché de refilón.
-Seguro que fue el del 4º B, el militar, niña, que ese no se anda con chiquitas… Fue él, ¿verdad?
-Que te digo que yo no sé nada, que luego pasa lo que pasa. De este asunto me da igual detrás que a las espaldas.
-El militar no pudo ser, mujer, que ve menos que un gato de yeso. No acertaría ya ni a un elefante, el pobre… Si a este pájaro, verlo, lo que se dice verlo, no lo ha visto nadie. Sólo lo hemos escuchado.
-¡Señoras, por favor!, hablen para todos. En definitiva, que sólo oyeron el disparo y se terminó…
-¡La pesadilla, señor inspector, la pesadilla se terminó por fin!
-Hace cinco o seis días también tiraron cohetes, imagino que para espantarlo.
-¿Eh? ¿Los cohetes de la otra noche no eran por el fútbol? Yo creía que nos manteníamos en primera división.
-No, no, ni mucho menos. Nos descalificaron el domingo. Los petardos no eran para celebrar nada.
-Pues vaya.
-¿Has visto lo guapetón que es el vecino nuevo del 2º C? Escuché en la farmacia que es músico.
-¡Anda ya! ¿El ciego del bloque 1? ¡Qué interesante! ¿Qué toca?
-Dicen que el piano. ¡Prodigio de cuerpo tiene el hombre, niña!
-¡Silencio, por favor! Al grano, señores. Tiraron petardos, ¿y?
-Y nada, señor inspector, el pájaro siguió a lo suyo, estuviera donde estuviera. Ni se inmutó, imaginamos. Cuando dejó de sonar el ruido de los explosivos, ¡pííí! de nuevo.
-¿Sabemos quiénes tiraron los petardos al menos?
-No, yo no vi a nadie. / Ni yo / Ni yo / Ni yo / Ni yo…
-Vale, vale, ¡está bien!, de acuerdo, nadie vio nada.
-Quitando al vecino del 5º A, el resto no somos muy de ventana…
-En definitiva, sólo un vecino escuchó el disparo y nada más. ¿Saben ustedes la magnitud de la falta que se ha cometido? No sólo se enfrentan a una multa o indemnización, también puede haber condena penal por esta clase de delito contra el medio ambiente, ¿lo entienden? El autor del disparo responderá ante la Ley, y ustedes, como vecinos pueden ser responsables subsidiarios…
-No amenace, oiga, no amenace, que lo único que nos faltaba ahora es responder encima…
-Déjese de milongas, señor inspector, será todo lo que usted diga, pero no vea el alivio, después de dos meses con este calor, las ventanas abiertas y el bicho dando la lata de esa manera… Sin dormir querría yo ver a algunos ecologistas de ésos…
-¡Muy bien dicho, Carmen!
-¡Digo, delito! Un monumento le haría yo al que haya disparado, oye, que ya tiene atino el artista. ¡Un monumento en una rotonda a ese Robin Hood!
-¡Una derrama ahora mismo! ¡Para eso no me importa pagar a mí una derrama!
-¡O lo que haga falta, Arturo!
-¡Responsables subsidiarios ni leches!
-Dejaos de tonterías…
-¡Señores, señoras, por favor, silencio! ¿Tienen idea de lo que dicen? No, no la tienen, ni se imaginan… Un monumento…, por dios…
El vecino del 2º C, bloque 1, soltó una carcajada que de todas formas se difuminó en la maraña de conversaciones que lo rodeaban y que de vez en cuando lo habían aturdido. Es lo que tiene haber desarrollado el oído a semejante nivel de eficacia. Desplegó su bastón blanco y se fue discretamente camino del ascensor con el resto de la risotada que le produjo el imaginarse como busto en pedestal o, mucho mejor, como una estatua ecuestre en mitad de la rotonda del centro comercial. Más estilo Daniel Boone, eso sí, que Robin Hood, por eso del arma utilizada y porque iría descamisado, para deleite de algunas de sus convecinas.