14214 [de Inma Ferre]

14214

Inma Ferre

Después de un tiempo de casados, mis padres, con gran esfuerzo, nos regalaron una Vespa para que pudiéramos desplazarnos al cortijo donde ellos vivían. Así que los fines de semana recorríamos los veintiocho kilómetros que separaban Almería de Cabo de Gata.
En esta época la carretera no estaba asfaltada: era un camino de tierra y piedras que había que ir esquivando, pues los amortiguadores de la moto sufrían lo suyo… y nuestras posaderas también.
En tales circunstancias el viaje se convertía con frecuencia en una aventura. Recuerdo que un día, al incorporarnos a la carretera general, nos paró la Guardia Civil y nos pidió los papeles de la moto, los cuales iban en el hueco que va sobre la rueda trasera en forma de panza y sirve de pequeño trasportín, en el cual llevábamos un conejo desollado y envuelto en papel de estraza (pues el plástico aún no era habitual), una docena de huevos reliados de uno en uno en papel de periódico y alguna que otra morcilla. Cuando mi marido se dispuso a sacar todo aquello hasta llegar a la documentación, el agente, sin poder contener una carcajada, se apresuró a decirnos que prosiguiéramos el viaje y que lleváramos buena suerte.
A los dos años de viajar en Vespa, me quedé embarazada, con gran alegría nuestra y de toda la familia, aunque mi libertad para viajar se terminó. Y nació mi niña, mi amor, mi todo.
Al poco tiempo se nos presentó la ocasión de comprar un Seiscientos de segunda o tercera mano. Aquello volvía a ser otra vez fines de semana al cortijo para que mis padres pudieran disfrutar de su única nieta.
Más tarde nació nuestro hijo, otra inmensa alegría, pues ya teníamos la parejita y, sobre todo, sanos y traviesos, que disfrutaron mucho su niñez en el campo gracias a nuestro Seiscientos.
Años más tarde, compramos un coche nuevo y vendimos el pequeño Seat. Cuando lo vi salir de la cochera para siempre, sus faros eran dos grandes ojos que me decían adiós con tristeza. Lo vi alejarse despacio y confieso que lloré.
Hemos tenido más coches, pero nunca he sentido por ninguno el cariño que por mi pequeño Seat verde (14214, todavía lo recuerdo).

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