El espejo
Hoy estoy reflexionando sobre algo que siento profundamente. Es difícil hablar de uno mismo porque, por desgracia, siempre lo suelen hacer los demás. A veces lo hacen con acierto, pero la mayoría se equivocan.
Es difícil captar la verdad ajena. La explicación es muy sencilla: si uno mismo no se conoce del todo, cómo te van a conocer los demás. Resulta grotesco y absurdo.
Desde hace algún tiempo mi vida va por otros derroteros. Ocurre que un día, por alguna razón, todo lo ves de otro color. El mundo se encierra, se hace diminuto dentro de su inmensidad, te guardas tus miedos, te conviertes en un verdadero actor, disimulas, sonríes al mundo, o mejor dicho, a los tuyos para no preocuparlos, aparentas estar alegre y te ríes… Contar chistes, no; nunca se me ha dado bien, pero de buena gana aprendería.
En definitiva, todo se vuelve áspero y frío, pero como buen actor lo disimulas y hasta triunfas, te dan la enhorabuena e incluso te felicitan por tu actitud. Algunos comentan que eres un «fuera de serie».
Francamente les puedo decir que se equivocan: lo llevo bastante mal, es difícil adaptarse, estoy enamorado de mi familia y de la vida. Eso es lo único que me hace feliz. Puedo, por fortuna, gritar que soy el hombre más dichoso de la tierra. Creo que no me equivocaría en decirlo porque lo soy.
Solo hay una cosa que me altera y me hunde en la miseria: son los cuchicheos, que hablen en silencio de mí, que sientan pena… Eso me pone mal de los nervios.
Que nadie se equivoque. La verdad es que lo he pasado tremendamente mal, pero ya es pasado. Hoy es diferente: me he adaptado a mi nueva situación.
Y a aquellos que sienten pena de mí, les rogaría que se miraran al espejo. Ellos tienen la suerte de verse, y como si de un espejo mágico se tratase, le pregunten por lo que no desearían tener o por lo que les gustaría poseer. Seguramente algunos necesitarán muchas horas en tal experiencia.
Pena se puede sentir de mucha gente que por desgracia vive precariamente: esas madres que no tienen para dar de comer a sus hijos, esas familias desahuciadas de sus casas sin saber donde van a dormir, eso sí que da pena.
Lo mío no tiene importancia. Me solidarizo con todas las familias que actualmente lo están pasando mal. Dentro de mis posibilidades colaboro con las organizaciones e instituciones existentes para tal fin.
Pena de mí no, por favor, yo lo tengo todo, sobre todo muchísimo amor. No puedo pedir más.